lunes, 7 de abril de 2014

Derrota en el Molinón

Tras cuarenta minutos estimables, los de Sandoval naufragan consumidos por sus dudas y su fragilidad defensiva

Víctor RIVERA | Gijón Para entender lo sucedido ayer en El Molinón, hay que analizarlo en el contexto del pasado reciente rojiblanco. El Sporting es él y sus circunstancias, que no son pocas. El Sporting es un equipo con un pasado brillante que su afición no ha olvidado, un aspirante a todo por el peso de su historia. Para alcanzar el objetivo ha armado una plantilla que, con sus carencias, especialmente defensivas, es la envidia de la categoría y ha encargado la dirección del proyecto a un entrenador de reconocido prestigio. Las circunstancias son terribles. Un equipo centenario que vive los días más trágicos de su historia, sumido en el pozo deportivo de la Segunda División y asediado por una crisis económica crónica que limita todos los movimientos del club. Las circunstancias más recientes indican que el Sporting, uno de los grandes favoritos, ha dejado escapar multitud de oportunidades de situarse en los puestos cabeceros de la tabla. Este caldo de cultivo genera la desconfianza de una afición harta de poner la otra mejilla. El panorama se completa con unos futbolistas ahogados por sus propias dudas, incapaces de soportar la presión de tener que ganar. El resultado es una nueva decepción que deja tocado al equipo y que abre una fractura entre los futbolistas y su afición, que ya ha comenzado a señalar culpables.

Sirva la explicación de contexto para interpretar lo sucedido. Durante cuarenta minutos, el Sporting hizo a su afición soñar con la goleada. Demostró su superioridad sobre un Córdoba en crisis al que zarandeó en todos los aspectos del juego. Tan sólo el portero local, Juan Carlos mantenía el tono ante las acometidas rojiblancas e iba camino de convertirse en el hombre del partido. Hasta que sucedió la jugada que habría de cambiarlo todo.

Con el Sporting volcado sobre el área visitante, el Córdoba se fue estirando y acabó montando una contra casi sin querer. Uli Dávila avanzó sin oposición por el campo rojiblanco, atisbó la posición adelantada de Cuéllar y le tiró una preciosa vaselina que se fue al larguero. El portero reaccionó de forma exagerada, salió fuera de su área para abroncar a sus compañeros y la grada entró en combustión. El Córdoba cargó de nuevo con un centro lateral que Canella, pese a tener la posición ganada, no atacó. Sí lo hizo Pedro, que cabeceó duro y al bote para superar a Cuéllar.

Fue un golpe mortal. El Sporting cayó y fue incapaz de levantarse, mientras la grada reprochaba a los futbolistas quince años de sinsabores. La imagen del segundo tiempo fue la de un equipo en descomposición, que ha bajado los brazos y que ve inalcanzable el objetivo. Un mensaje preocupante.

Foto y fuente: Lne

Ayer todos esperábamos un partido diferente, lo único que quiero decir no creo que pitando a nuestros jugadores, les ayudemos mucho, tenemos que relajarnos y entre todos lograremos el objetivo.


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